“Había olvidado la lucidez del mar / del aire / del sol.

Me había pensado que tus tristes paredes
eran mi realidad.
La oscura humedad del sótano,
el frío de las baldosas,
y las bocanadas de aire
de tóxico gas.

Había olvidado que yo era libre
y que me bastaba observar
para crear todo Mi mundo,
Mi mundo - y nada más -,
que poco me importan
vuestros juicios cansados
y vuestras gargantas grises y gastadas
de tanto analizar.

Había olvidado que mis fantasmas
terminan por ser tan sólo algas,
- hediondas, deshidratadas -
y que yo a las algas me las como
en ensaladas con Ana
que es Sirena y sal.

Me había olvidado de mi propio cuerpo
y de la conmoción de renacer
al ver mis pies / mis ojos / mis manos
en contacto repentino
con esta Realidad.
La realidad así de grande
- así -
y no como el espacio entre mis labios,
y los tuyos
que sólo sirve de metáfora
ya que como espacio
me priva hasta del inhalar.

Me he sentido renacer,
tras la invidencia de la luz inesperada
Nacer de golpe y con pasión
como lo hice aquella vez,
como solía hacerlo en mis trenes,
en mis montañas,
y en mis soledades más vivas que yo misma,
renacer con la lucidez de esta Naturaleza
simple y enredada, como sólo ella.

He renacido del océano
/ del aire a través de mí
/ del sol que ciega y me da verdades
verdades como las que cuentan que tú
no eres nada,
nada más que una pieza
como estas hojas que ahora barren mis pies
que vienen y se van
y me dejan polvo, y arena, y memoria
Memoria breve y fugaz
que me mutila y, luego,
desaparece, lenta y silenciosa,
como la espuma
tras las olas del mar.

/ Sin dejar el más mínimo rastro.
Ni rastro ni agua ni espacio
que me prive / que me ahogue / que me empape
de muerte lenta
y simulada culpabilidad.”